Suele ocurrir que los objetos cotidianos se acaban tirando y son sustituidos cuando se rompen o simplemente porque se consideran pasados de moda o porque «hace años que no lo uso, ¿y entonces para qué lo guardo?». Estimular la demanda de nuevos productos por parte de la población de una zona determinada siempre se ha considerado la estrategia clave para una economía sana y robusta. Así como encontrar las materias primas, producir al menor coste posible en grandes cantidades y vender al mayor coste posible. Y vuelta a empezar. Es mejor que el artículo no dure demasiado, para que pronto quieras comprar otro. Es mejor que las modas cambien rápidamente para que, cada pocos meses, quieras una camiseta nueva. Sin embargo, la energía consumida y la contaminación resultante de la producción estaban hasta hace poco fuera de la ecuación. Pero esta organización de la producción de bienes y servicios (se llama «economía lineal») supone una gran carga para el medioambiente: los recursos del Planeta no son infinitos y la extracción y el uso de materias primas provocan un consumo cada vez mayor de combustibles fósiles y la consiguiente emisión de nuevos gases de efecto invernadero. ¿De verdad lo necesito todo? La economía circular tiene un enfoque totalmente diferente. No te pide que renuncies a nada que sea necesario para llevar una vida cómoda, simplemente plantea la cuestión de la cantidad (¿realmente se necesitan cinco pares de pantalones y 20 camisetas nuevas cada año?) y de la vida útil de un artículo antes de que tenga que ser realmente sustituido. Observa 10 objetos que tienes en tu casa y trata de pensar: ¿cuántos utilizas? ¿Cuántos tienes que sirven para lo mismo? Cuando lo compré, ¿reemplazó un artículo que realizaba la misma tarea y seguía funcionando? La economía circular sugiere, en primer lugar, compartir, prestar, reutilizar, reparar, reacondicionar y reciclar los materiales y productos existentes durante el mayor tiempo posible. De esta manera, se tiende a una mayor sostenibilidad medioambiental al prolongar la vida útil de los productos, y se contribuye a minimizar los residuos. Todo producto debe estar diseñado para durar el mayor tiempo posible y poder ser reparado siempre que falle razonablemente. Una vez que el producto ha cumplido realmente su función, los materiales con los que está fabricado deben poder reciclarse por completo y reintroducirse, siempre que sea posible, en el ciclo de producción, quizá de otro objeto, generando más valor. Una camiseta de bambú Hay otras dos piedras angulares de la economía circular. Toda la producción debe producirse lo más cerca posible del lugar de venta y consumo (para evitar los viajes en gigantescos buques portacontenedores de un extremo a otro del mundo) y deben utilizarse fuentes de energía renovables. La segunda piedra angular es inventar nuevos productos a partir de lo que hasta ahora se consideraba basura. Por ejemplo: la cáscara de las naranjas exprimidas puede utilizarse para hacer hilo y tejer camisetas. Incluso a partir de ortigas o bambú se puede hacer ropa realmente cómoda. Y con las cáscaras de patata puedo hacer biocombustible. Una de las profesiones del futuro será precisamente esta: dar valor a lo que se consideraba basura. Los residuos deben reducirse al mínimo, todo puede volver a circular.