La transición energética es el principal instrumento para atajar la crisis climática. Lo dice el IPCC, lo indica la Agenda 2030 en varias ocasiones y se repite en cada reunión en la que se habla del cambio climático. La Unión Europea se ha fijado oficialmente el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y, en particular, las de CO2, en un 55 % de aquí al 2030 con respecto a los niveles de 1990. ¿Cómo? Utilizando cada vez más fuentes renovables hasta reducir las emisiones al mínimo. En la actualidad, más de un tercio de la electricidad producida en el planeta procede de fuentes renovables y esta cifra está creciendo con fuerza; pero aún nos falta determinación en el abandono de los combustibles fósiles. Del sol, del viento y del agua Las fuentes de energía renovables se producen a partir de elementos naturales y se renuevan y regeneran rápidamente con el tiempo, lo que garantiza su disponibilidad en el futuro. Son respetuosas con el medioambiente, asequibles y están al alcance de todos. Se consideran fuentes de energía renovables: La energía solar: los sistemas fotovoltaicos utilizan paneles de silicio para transformar la radiación solar directamente en energía eléctrica. Los sistemas solares térmicos, en cambio, utilizan un sistema de almacenaje (calentado por los rayos solares convenientemente canalizados) que luego sirve para producir vapor, sustituyendo a la clásica caldera. La energía eólica: los aerogeneradores, a través de sus palas, utilizan la fuerza cinética del viento para producir energía mecánica, a partir de la cual se genera electricidad. En cierto modo, es una forma de energía derivada de la energía solar, porque es el propio calor del sol el que provoca la diferencia de presión que genera los vientos. La energía hidroeléctrica: utilizada en el pasado para hacer funcionar los molinos, permite obtener electricidad transformando la energía cinética producida por los saltos de agua y los ríos. Las centrales hidroeléctricas suelen construirse en las montañas, cerca de los cursos de agua para aprovechar la combinación de la energía cinética y la fuerza de la gravedad. También el sol provoca el ciclo del agua. Del corazón de la Tierra y del mar Energía geotérmica: aprovecha el calor natural de la Tierra. En las centrales geotérmicas, el flujo de vapor del subsuelo acciona una turbina y esta energía mecánica se convierte en electricidad mediante un alternador. Energía del mar: funciona de forma muy similar a la energía eólica, utilizando el movimiento de las corrientes y mareas, o el movimiento de las olas, para producir electricidad Energía de biomasas: Las biomasas producen electricidad a partir de la quema de residuos de leña, de residuos de la industria agroalimentaria, de residuos orgánicos municipales, de ramas verdes de actividades forestales y agrícolas, de algas y de residuos y efluentes de explotaciones ganaderas. Estas fuentes -sol, viento, agua, calor de la tierra, biomasa- siempre han existido, pero es el progreso tecnológico el que las convierte en la mejor respuesta al cambio climático en la actualidad. No todas son igual de eficientes o rentables y pueden producir CO2 en algunos casos (como la madera). Para aprovecharlas al máximo -sobre todo la solar y la eólica, que son intermitentes, porque una depende de la luz solar y la otra de las condiciones meteorológicas- necesitamos también sistemas de almacenamiento que puedan acumular la energía producida para utilizarla cuando se necesite, evitando interrupciones en el suministro eléctrico.