Hay gestos y hábitos relacionados con el uso de la energía que hoy se dan por sentado. Encender la luz al llegar a casa, antes de nada; abrir la nevera para comer algo o calentar agua con la tetera para preparar un té. Comprobar si la lavadora ha terminado de lavar y luego, tal vez, encender la televisión o el ordenador para ver la serie del momento. Pero, ¿ocurre lo mismo en todas partes del mundo? La respuesta es no. A escala mundial, según datos del Banco Mundial, aproximadamente un 13 % de la población (940 millones de personas) sigue sin tener acceso a la electricidad. La red suministra cierta cantidad de energía a todos los hogares, edificios públicos y servicios. Depende de la capacidad que tenga cada país para comprar o producir energía y, sobre todo, de las posibilidades que tiene cada persona de pagar por ella. Así, se han definido ciertos niveles de consumo que describen el acceso a determinados servicios. Algunos países y algunas personas tienen acceso al nivel más alto, otros al más bajo, algunos ni siquiera llegan a ese nivel. Veámoslos en detalle. El acceso a la energía va por niveles Los electrodomésticos requieren distintas potencias para funcionar. Una bombilla necesita menos energía para funcionar que un frigorífico o una lavadora y, por consiguiente, consume menos a lo largo del tiempo. Damos por sentado que, si recibimos electricidad de la red, puede utilizarse para hacer funcionar cualquier aparato que tengamos. Pero no es así. La electricidad suministrada a un hogar, o a una instalación pública, se cuantifica en niveles de potencia -o tramos- que, comenzando por el más bajo, aumentan gradualmente su disponibilidad para el consumidor. Los niveles son cinco: Nivel 1. Este es el nivel mínimo, el cual proporciona energía para un consumo medio anual de 22 kWh por hogar. Básicamente, sirve para encender bombillas, cargar un móvil o encender la radio y poco más; Nivel 2. Cubre diez veces el consumo del primer nivel, permitiendo 224 kWh por hogar y año. Se puede poner en funcionamiento la iluminación general, los sistemas de circulación de aire e incluso un televisor; Nivel 3. En este nivel encontramos los primeros electrodomésticos, como la lavadora y algunos utensilios de cocina como la batidora. La cantidad de energía disponible permite un consumo máximo de 696 kWh; Nivel 4. Hay que llegar hasta el cuarto nivel para poder poner en marcha una nevera o conseguir que haya agua caliente. Requiere disponer de unos 1800 kWh al año, un nivel de energía al que muchos países en vías de desarrollo no tienen acceso. Sin embargo, sin frigorífico ni agua caliente, en los países occidentales prácticamente nadie consideraría que se puede vivir en una casa bajo estas condiciones. Nivel 5. En el quinto nivel, los hogares disponen de la electricidad suficiente para disfrutar de iluminación general y un uso continuo de aparatos pesados, como refrigeración, aire acondicionado y cocina. En todos los países industrializados, el nivel de acceso es el quinto. Pero la situación en el resto del planeta es más compleja y variada. Por qué acelerar la generación de fuentes renovables Uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, que forman parte de la Agenda 2030, es garantizar el acceso a la energía a los países que hoy no lo tienen, a ser posible a través de energías limpias y asequibles. Pero al ritmo actual, solo el 92% de la población mundial tendría acceso a la electricidad en el año 2030, lo que dejaría sin servicio a 670 millones de personas. Para cumplir con los compromisos de la Agenda de la ONU y garantizar el acceso a la energía a todas las personas, debe acelerarse el desarrollo de las energías renovables. Sirve para reducir tanto el impacto del cambio climático como la dependencia de los distintos países de los combustibles fósiles importados, superando así las crisis del mercado energético.