Lo buscamos en los calurosos días de verano y lo evitamos en los fríos días de invierno. Hablamos del viento, con el que siempre hemos tenido una relación controvertida, hecha de amor y de odio, misterio y asombro, hasta el punto de ser venerado por algunas sociedades antiguas. Quetzalcoatl era el dios del viento para los aztecas; Eolo, el rey de los vientos que se encuentra con Ulises en la Odisea. Y no es de extrañar, pues del viento dependían las lluvias y, por tanto, las cosechas y la supervivencia del ganado; la navegación y la turbulencia de los mares; también dependía del viento la primera forma de energía eólica mecánica, la de los molinos de viento, con los que se molía el trigo para producir harina para el pan. La importancia del viento para la vida humana no ha cambiado –basta pensar en la energía eólica como fuente inagotable de electricidad renovable–, pero nuestro conocimiento de los mecanismos que regulan su comportamiento es cada vez mayor y más profundo. Y entonces: ¿cómo se forma el viento? Una cuestión de alta y baja presión El viento se forma por las diferencias de presión en la atmósfera terrestre, ocasionadas, principalmente, por las diferencias de temperatura. De hecho, el Sol calienta la superficie terrestre en modo no uniforme, creando zonas de alta y baja presión. El aire se mueve siempre desde las áreas de alta presión a las áreas de baja presión, generando así el viento. Para entender mejor cómo se forma el viento, recordemos un argumento de física de la escuela secundaria: el estudio de los fluidos (líquidos y gases) en movimiento, definido fluidodinámica. En la fluidodinámica, hay un principio fundamental: un fluido siempre se desplaza de una zona de alta presión a otra de baja presión. Entender el mecanismo es muy sencillo: coge un globo, llénate los pulmones de aire y sopla en él con toda la fuerza que puedas. El globo empezará a inflarse y cuanto más soples, más aumentará la presión, porque cada vez habrá más moléculas de aire dentro del globo chocando entre sí. Si en algún momento sueltas el globo, las moléculas de aire empezarán a salir, porque hay menos presión fuera del globo y hay mucho más espacio para estar cómodo y no retorcerse. De este modo, hemos creado el viento, que ha pasado de una zona de alta presión a otra de baja presión. Esto que acabamos de describir es el principio en el que se basa la formación del viento. Evidentemente, la realidad es mucho más compleja y existen también otros factores que contribuyen a la intensidad y dirección de los vientos. Los más importantes son: la fuerza de Coriolis, debida a la rotación de la Tierra y de la que dependen los vientos ciclónicos y anticiclónicos en la atmósfera, y la fuerza de rozamiento con la superficie terrestre y los mares, que es tanto mayor cuanto mayores son las variaciones de altitud, como cordilleras o colinas. Dónde es conveniente instalar un parque eólico Entonces, ¿dónde tiene sentido instalar aerogeneradores para producir energía renovable? Contrariamente a lo que podría pensarse, las rachas de viento fuertes pero inconstantes no son útiles: los aerogeneradores necesitan viento sostenido pero sobre todo constante. Por eso las mejores zonas son los espacios abiertos, como el mar (donde desde hace más de treinta años se construyen parques eólicos), porque hay menos rozamiento entre el aire y el agua y los vientos pueden soplar sostenidos y constantes durante todo el día; o las grandes extensiones de terreno llano o mesetas sin obstáculos alrededor, como las islas que, no en vano, figuran entre las zonas de tierra más ventosas. En resumen, aunque a veces queramos evitarlo, siempre iremos en busca del viento, un recurso natural e infinito con enormes ventajas energéticas.