Aguas cada vez más cálidas y ácidas afectan negativamente al equilibrio de los ecosistemas marinos. Los daños en los arrecifes de coral y la reducción de la diversidad de especies marinas, son solo algunos ejemplos de los efectos negativos del cambio climático. Un círculo vicioso que se alimenta de sí mismo, porque las aguas oceánicas de nuestro planeta desempeñan un papel crucial a la hora de contrarrestar los efectos del calentamiento global. Y, en consecuencia, también en la protección de la biodiversidad. Sube la temperatura del agua En 2022, por séptimo año consecutivo, la temperatura media de los océanos aumentó con respecto a la medición precedente. A finales de marzo de este año se alcanzó un nuevo récord, ya que la temperatura media mundial de la superficie de los océanos superó los 21 °C. Según los expertos, esta cifra refleja una tendencia que se mantiene desde hace varias décadas, con una aceleración continua: en pocos años, el ritmo de aumento de la temperatura se ha incrementado en un 24 %. El aumento de la temperatura de los océanos es un grave problema para las especies que viven en ellos, porque afecta a la cadena alimentaria y al equilibrio de las poblaciones marinas. Por ejemplo, debido a las condiciones ambientales desfavorables, algunos organismos emigran a zonas más frías y algunas especies de peces corren el riesgo de extinguirse por completo. Las olas de calor también tienen un efecto negativo, porque el calor abrasador en la superficie terrestre hace que se disparen las temperaturas superficiales de las aguas costeras, incluso en pocos días. Los arrecifes de coral también sufren las consecuencias del aumento de la temperatura del mar: su pérdida de color es un fenómeno causado por la muerte de ciertas algas y otros organismos vivos responsables de la pigmentación de los corales. Cada vez menos coloridos, los arrecifes de coral están destinados a convertirse en un hábitat poco atractivo para los peces y, por tanto, también están destinados a morir. Daños a los animales y a los ecosistemas costeros Un estudio realizado por la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad de Adelaida junto con el Instituto Globe de la Universidad de Copenhague ha demostrado que el calentamiento de las aguas amenaza la vida marina en más del 70 % de las zonas más ricas en biodiversidad del planeta. De hecho, la mayoría de las formas de vida marina, como el plancton y los peces, viven en las capas más superficiales de los océanos, que son las zonas con mayor aumento de temperatura. Bastan unas décimas de grado de aumento para tener un impacto importante en estos organismos. El aumento de los fenómenos meteorológicos extremos y, sobre todo, la subida del nivel del mar, complican aún más el escenario. Desde 1993, el nivel del mar ha subido unos 10 centímetros, principalmente a causa del deshielo de los glaciares: una amenaza real para las comunidades y los ecosistemas costeros. Además del riesgo de inundaciones y de las posibles consecuencias negativas para las actividades humanas debidas a la erosión costera, son los peces y los organismos que viven en estos hábitats los que más sufren. Los océanos y su papel en el cambio climático Los mares y océanos son esenciales para mantener el equilibrio de los ecosistemas vivos. Además de absorber una cuarta parte de todo el dióxido de carbono que se libera a la atmósfera, emiten más de la mitad del oxígeno que respiramos, por lo que a menudo se les denomina los «pulmones de la Tierra». Si aumenta la temperatura de los océanos, se absorbe menos dióxido de carbono. Como consecuencia, este gas de efecto invernadero estará más presente en la atmósfera dando lugar a un mecanismo de autosostenimiento. Sin olvidar que los océanos son también una importante fuente de alimentos y no es casualidad que sean el lugar donde se originó la vida, además de estar en la base de la cadena alimentaria por la presencia de plancton. Un importante acuerdo internacional para el futuro de los mares Para subrayar la importancia de los medios acuáticos, se ha alcanzado recientemente un hito histórico tras más de 15 años de debate entre los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El acuerdo alcanzado consiste, en particular, en proteger la Alta Mar, es decir, la zona marítima situada fuera de las Zonas Económicas Exclusivas de los distintos países. La alta mar representa, aproximadamente, dos tercios de todos los océanos, por lo que se trata de un compromiso compartido que puede marcar la diferencia en la protección de la pesca, los hábitats naturales y la biodiversidad acuática.