La inteligencia artificial y sus ventajas para la energía

David es un niño precioso, capaz de un amor incondicional. Sin embargo, David es un niño artificial. Su conmovedora historia, una versión tecnológica y futurista de Pinocho, se cuenta en una de las películas más personales de Steven Spielberg, A.I. - Inteligencia Artificial. Este es solo uno de los muchos ejemplos posibles: pocos temas como la inteligencia artificial han inspirado libros y películas de ciencia ficción, que tiene sus raíces en los descubrimientos del matemático inglés Alan Turing (protagonista, a su vez, de la película Imitation Game), uno de los responsables de descifrar el código Enigma, utilizado por los alemanes durante la guerra. En las décadas siguientes, la investigación sobre IA se centró en la mejora «cuantitativa» de los ordenadores, pero Turing ya había mirado más allá: su Test de Turing (que él mismo llamó originalmente Juego de imitación) ya contemplaba la posibilidad de evaluar las diferencias cualitativas (en las respuestas del test) entre una persona y una máquina capaz de simular la inteligencia y el aprendizaje humanos. Qué es la inteligencia artificial No existe una definición unívoca de inteligencia artificial (AI, por sus siglas en inglés); el concepto básico, sin embargo, se refiere a un ordenador capaz de aprender a partir de datos, de modo que pueda cambiar sus acciones sin necesidad de una reprogramación humana posterior. Ejemplos de IA, en distintos niveles de evolución, son los motores de búsqueda avanzados, los algoritmos para comprender el habla humana, los coches autoconducidos e incluso la llamada inteligencia artificial generativa, capaz de mejorar el rendimiento de procesos como la producción de textos estándar, imágenes y código de software, haciéndolos más rápidos gracias a la mezcla de grandes cantidades de fuentes y datos utilizados. La IA es uno de los pilares de la cuarta revolución industrial: después de la primera, basada en la mecanización; la segunda, en la electrificación y la producción en masa; y la tercera, en informática. Es una revolución rápida: los avances se producen a un ritmo sin precedentes, la IA ya se utiliza en numerosos ámbitos, a menudo poco conocidos. Y solo estamos al principio. La IA en la industria eléctrica En el mundo de la energía, debido a las enormes cantidades de datos y al valor de la información que puede extraerse, las aplicaciones ya son numerosas, sobre todo en beneficio de la eficiencia energética y la transición energética, así como de las fuentes renovables. Aquí, la inteligencia artificial desempeña un papel importante desde el principio: cuando se trata de identificar los emplazamientos más adecuados para una central eólica o solar, la IA puede dar indicaciones útiles –también prospectivas– sobre los recursos disponibles, la eficiencia de las centrales, pero también sobre los posibles riesgos relacionados con las características del suelo o los fenómenos meteorológicos extremos. La inteligencia artificial también puede ayudar en la gestión de las centrales: para previsiones meteorológicas más precisas y fiables (viento y radiación), por tanto mejores estimaciones de la producción esperada, producción que luego se optimiza analizando los datos de rendimiento de los sensores. En el caso de la energía hidroeléctrica, estimaciones más fiables de los caudales de agua ayudan a reducir el derroche, aumentando la producción. Y reducir los costes de generación hace que las renovables sean más competitivas, lo que beneficia tanto a los clientes como al medioambiente. La protección de la biodiversidad también puede beneficiarse: la inteligencia artificial puede predecir los hábitos de migración y vuelo de las aves, para planificar la construcción y explotación de un parque eólico minimizando su impacto. Supervisión robótica y mantenimiento predictivo Igual de importante, si no más, es el papel de la inteligencia artificial para las actividades de monitorización y mantenimiento de las plantas. Su uso, combinado con el de robots y drones, permite inspecciones más rápidas, seguras y eficaces en entornos «difíciles». La aplicación más prometedora tiene que ver con el mantenimiento predictivo: los algoritmos de IA, gracias también a los sistemas de monitorización remota, pueden predecir con gran exactitud el riesgo de fallo en una planta, de modo que se pueden tomar medidas preventivas antes de que se produzca. Esto permite intervenciones de mantenimiento planificadas, evitando situaciones de emergencia y reduciendo significativamente los costes y el tiempo de inactividad de la planta. Por tanto, en presencia de un fallo, la IA ayuda a comprender rápidamente el tipo de daño, sus causas y posibles consecuencias, y puede acelerar el tiempo de decisión sobre las medidas a adoptar. Incluso en el caso de tareas más rutinarias como, por ejemplo, la limpieza de los paneles solares, la inteligencia artificial es capaz de dar indicaciones útiles sobre el momento y la necesidad de lavado, con el fin de optimizar la frecuencia y la eficiencia de estas actividades, aumentando de nuevo la producción de electricidad, además de ahorrar agua. Tan inteligentes como las redes Una vez producida, la electricidad debe transportarse y distribuirse. Para integrar plenamente las energías renovables en el sistema energético, las redes –y en particular las redes inteligentes– son esenciales. Se trata de un ámbito en el que los sistemas de IA pueden ser de gran utilidad, especialmente a la luz de las nuevas configuraciones de los sistemas energéticos, en los que la generación distribuida y los flujos de energía multidireccionales multiplican las variables y su complejidad. No en vano, ya en 2019, el informe de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA, por sus siglas en inglés) «Inteligencia Artificial y Big Data», destacaba las oportunidades de la inteligencia artificial para las redes. En beneficio de la gestión de la red, con la IA, las previsiones de los volúmenes que pueden generar las centrales eólicas y solares pueden cruzarse con estimaciones de la demanda y su volatilidad (derivadas a su vez de algoritmos de IA). De este modo, la inteligencia artificial puede gestionar de forma óptima los flujos en las redes, incluso con decisiones tomadas de forma automática y rápida. Esto aumenta la flexibilidad de las redes y, por tanto, su eficiencia y fiabilidad, gracias también al uso de la IA (tanto a nivel predictivo como de toma de decisiones) en la gestión de los sistemas de almacenamiento, es decir, el almacenamiento de electricidad, un componente clave para compensar la intermitencia inherente a las energías renovables. Más seguridad para las personas Por último, la industria energética podrá beneficiarse de todo el potencial de protección y seguridad que ofrece la IA: desde la seguridad informática hasta la lucha contra el fraude y, sobre todo, la seguridad en el trabajo, en las obras y en las plantas, que es una prioridad absoluta para el Grupo Enel. Se trata de un campo especialmente prometedor: con la IA será posible analizar y catalogar accidentes pasados para calcular mejor los riesgos y reducirlos. Esto confirma que, aunque no llegue a animar a los niños perfectos de la ciencia ficción, la inteligencia artificial es una tecnología capaz de contribuir de forma fundamental a mejorar la vida y el trabajo de las personas.

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