Dejar la propia huella en el mundo del futuro es un deseo compartido por, prácticamente, todos los seres humanos. Pero hay al menos un caso en el que lo mejor que podemos hacer por las generaciones futuras es hacer que esa huella sea lo menos perceptible posible, hasta que desaparezca: es el caso de la huella de carbono. ¿Qué es la huella de carbono? La huella de carbono es una medida de la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero liberadas a la atmósfera por las actividades de una persona, una empresa, una ciudad o un Estado. En esencia, es una medida de cuánto contribuimos al calentamiento global antropogénico. O, dicho de forma positiva, cuánto contribuimos a ralentizarlo, si nuestra huella de carbono es pequeña. Esta huella incluye las emisiones directas causadas por la quema de combustibles fósiles (en el motor de un coche o para calefaccionar un edificio, por ejemplo) y las emisiones indirectas, como las relacionadas con la electricidad consumida, si también procede de combustibles fósiles. Y aunque convencionalmente se mide en toneladas de dióxido de carbono (CO2) al año, en realidad incluye las emisiones de todos los gases que contribuyen al calentamiento global, como el metano (que además de extraerse del suelo también es producido en cantidades considerables por los animales de las explotaciones ganaderas intensivas, y entra en la cuenta de emisiones globales), el óxido de nitrógeno y los clorofluorocarbonos (CFC). Huella de carbono y huella ecológica En la literatura científica sobre sostenibilidad, el concepto de huella de carbono fue precedido por el de huella ecológica, introducido a principios de la década de 1990 por los ecólogos William Rees y Mathis Wackernagel. Este concepto se acerca más a lo que en el lenguaje cotidiano entendemos por «huella», es decir, una porción de tierra en la que se imprime una marca visible. De hecho, la huella ecológica es la superficie total de tierra (o mar) necesaria para sostener a una población, por lo que su cálculo también tiene en cuenta el agua consumida y la tierra utilizada para cultivos y ganado. Cuando el calentamiento global y las emisiones de CO2 se convirtieron en el centro de atención de los estudios sobre sostenibilidad medioambiental, la medida de la huella ecológica cayó en desuso en comparación con la huella de carbono, que se convirtió en una herramienta clave para controlar el cumplimiento de los acuerdos internacionales sobre reducción de emisiones. Métodos de cálculo No existe un método único para calcular la huella de carbono. Se trata de una medición compleja que tiene en cuenta muchos factores y que puede realizarse a diferentes escalas. En general, más que medirse directamente, la huella de carbono se estima: ya sea de un Estado, una empresa o un individuo, la huella de carbono se considera en función de criterios definidos por la comunidad científica y las normas internacionales. La referencia clave son las directrices y herramientas para los inventarios nacionales de gases de efecto invernadero del IPCC, el Grupo Internacional de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU. Estas directrices proporcionan criterios medios para calcular las emisiones de gases de efecto invernadero y, por tanto, la huella de carbono de una nación a partir de sus principales indicadores estadísticos y económicos, y se utilizan para definir y supervisar los acuerdos internacionales sobre el clima. Los datos de partida típicos son la cantidad de combustibles fósiles consumidos en el territorio del país durante un año, la producción total de electricidad, el valor de la producción industrial, la división de la superficie terrestre entre zonas urbanas, zonas forestales y zonas agrícolas, el número de cabezas de ganado criadas, etc. De la suma de las emisiones deben restarse los llamados «sumideros de carbono», es decir, todo lo que se ha hecho en el mismo periodo para absorber carbono. Si, por ejemplo, un país, una organización o un individuo ha plantado un determinado número de árboles durante el año, su capacidad de absorción de CO2 debe restarse de la cuenta. Para cada uno de estos parámetros, el IPCC proporciona tablas de conversión reales que permiten traducir litros de gasóleo, metros cúbicos de metano, hectáreas de campos cultivados, número de cabezas de ganado, kilómetros cuadrados de nuevos bosques, en una única unidad de medida: gramos de CO2 emitidos (o absorbidos). A menudo, se utiliza en realidad la notación CO2 e (equivalente de dióxido de carbono), porque las emisiones de otro tipo también se «convierten» en su equivalente de CO2. La medición de la huella de carbono puede adaptarse a diferentes necesidades y niveles de detalle, y debe considerar la diferencia entre las emisiones de un determinado proyecto y sus alternativas. Por ejemplo, la construcción de un puente puede tener una huella de carbono importante en sí misma: pero si su efecto es acortar la distancia entre dos ciudades y reducir el número de kilómetros recorridos por los coches que viajan entre ellas, a largo plazo puede suponer una reducción de las emisiones y, por tanto, una huella negativa. La huella de carbono generada por una empresa Calcular la propia huella de carbono es ahora un paso esencial para las medianas y grandes empresas de muchos sectores y, en particular, para las grandes empresas que cotizan en bolsa y que tienen que documentar ante sus accionistas su compromiso con la lucha contra el calentamiento climático, a través de su informe de sostenibilidad. El punto de partida es identificar y catalogar todas las posibles fuentes de emisiones –desde las plantas de producción hasta las oficinas, desde los servidores de los centros de datos hasta las flotas de automóviles, etc.– y recopilar los datos más precisos posibles sobre cada una de ellas. A continuación, la empresa tendrá que extraer datos de sus facturas de consumo de electricidad y agua, registrar las compras de combustible y los kilómetros recorridos por sus coches, registrar los quintales de los distintos tipos de residuos eliminados, etc. Si se trata de una granja, tendrá que contabilizar su ganado (que produce metano, como hemos dicho), y la cantidad de fertilizantes o pesticidas utilizados (productos químicos que conllevan una importante huella de carbono). Si se trata de una empresa de alta tecnología que utiliza grandes cantidades de datos, tendrá que contabilizar el espacio de almacenamiento utilizado en la nube. A continuación, para cada uno de estos parámetros, la empresa debe utilizar factores de emisión como los proporcionados por la Agencia Internacional de la Energía o la Agencia de Protección Medioambiental en EE. UU. Calcular la huella de carbono de un producto Es posible que se haya encontrado con una indicación de su huella de carbono en la etiqueta de un producto adquirido. El cálculo de este parámetro a nivel de producto individual es una herramienta importante que permite a los consumidores individuales dirigir las políticas de sostenibilidad con sus propias elecciones, favoreciendo –incluso en el caso de productos de consumo como alimentos o ropa– a las marcas que muestran más atención a la reducción de emisiones. La huella de carbono de un producto individual se calcula utilizando una metodología denominada Evaluación del Ciclo de Vida (ECV): mide todas las emisiones generadas a partir de la generación o extracción de las materias primas necesarias para un producto, ya sean metales, productos químicos precursores para un producto plástico, cereales u otros cultivos para productos alimentarios, y todo el procesamiento intermedio. ¿Algunos ejemplos? Una camiseta de algodón tiene una huella de 4 kg de CO2. Un par de zapatos pesa entre 10 y 15 kg y unos vaqueros hasta 20 kg. Una tableta deja una huella de 50 kg, un horno microondas de 80 kg y un horno convencional se acerca a los 200 kg. Un ordenador portátil puede llegar a los 350 kg. En una escala bastante diferente se encuentran los vehículos de motor: un todoterreno de lujo supera las 26 toneladas de CO2. Entre los alimentos, las manzanas y los plátanos tienen una huella de menos de 1 kg de CO2 por kg de producto, el aceite de palma llega a los 8 kg de CO2, la carne oscila entre los 20 y los 60 kg dependiendo de cómo se críe. Cómo calcular su huella de carbono De acuerdo, pero ¿cómo puedo conocer mi huella de carbono o la de mi familia? Como ocurre con muchas cosas en el mundo, existen recursos en línea y aplicaciones (entre las más populares se encuentran MyEarth, CO2 tracker, Adva, Klima, Earth Hero) que le permiten hacerlo, aunque de forma inevitablemente aproximada. Un buen ejemplo de cómo ocurre esto es la calculadora en línea desarrollada por The Nature Conservancy. Lo primero que hay que hacer es controlar cuidadosamente el consumo y las actividades propias. Necesitas tener a mano datos sobre el tamaño de tu casa, su nivel de eficiencia energética, cómo se calefacciona y cómo se ilumina. La factura del gas nos indica cuántos metros cúbicos consumimos al año, y una sencilla fórmula puede traducirlo en gramos de CO2 emitidos. Se complica un poco más con la factura de la luz: para traducir los kW/h consumidos en emisiones, necesitaríamos saber con precisión qué parte de la electricidad que nos suministran procede de fuentes fósiles y qué parte de energías renovables. A menos que la electricidad en cuestión sea autogenerada con paneles solares, puedes utilizar una media basada en la combinación energética del país en el que te encuentres, eso es lo que hacen las aplicaciones y las calculadoras en línea. Otros datos importantes son cuánto viajamos y cómo: cuántos viajes en tren, cuántos en avión, cuántos kilómetros al año en coche, con qué frecuencia cogemos el autobús o el metro. Qué tipo de alimentos compramos: consumir mucha carne, o grandes cantidades de frutas exóticas que llegan a nuestro país tras largos viajes, aumenta nuestra huella de carbono. Comprar envases de una sola ración con mucho plástico tiene una huella mayor que comprar paquetes grandes con envases biodegradables. La forma en que nos deshacemos de nuestros residuos también marca una gran diferencia: clasificarlos es una forma estupenda de reducir nuestra huella en comparación con tirarlo todo al mismo contenedor. Por último, las aplicaciones y las calculadoras en línea suelen pedirnos que calculemos cuánto gastamos al mes en compras diferentes a las de la comida: ropa, equipos electrónicos, servicios de todo tipo. Dado que el precio de los bienes y servicios está muy ligado a la energía necesaria para producirlos existen, de hecho, estimaciones medias de la energía consumida (y por tanto de las emisiones de CO2 producidas) por cada euro de productos o servicios en el mercado. El resultado final nos dirá si somos más o menos «virtuosos» que la media de nuestros conciudadanos. Según los datos oficiales de la Comisión Europea, la huella de carbono per cápita de los italianos es, actualmente, de 5,41 toneladas de CO2 al año. Se trata de una cifra significativamente inferior a la del pasado (alcanzó un máximo de 8,47 toneladas en 2005), ligeramente inferior a la media europea de 6,25 toneladas y mucho menor que la de Estados Unidos, donde cada ciudadano emite una media de 14,24 toneladas al año. El impacto de la huella de carbono en el medioambiente La razón de tanto esfuerzo por calcular –y, lo que es más importante, reducir– la huella de carbono de organizaciones e individuos se explica rápidamente. Cada kg adicional de CO2 en la atmósfera contribuye al efecto invernadero, por el que el calor solar que llega a la Tierra queda atrapado en la atmósfera en lugar de dispersarse de vuelta al espacio. Esto provoca un aumento de las temperaturas medias de la superficie terrestre y de los mares. Los datos del IPCC dicen que, debido a este efecto, la temperatura media del planeta en la década 2011-2020 fue 1,09 grados centígrados superior a la de la era preindustrial, y que sigue aumentando 0,2 grados por década. Estos aumentos ya están teniendo efectos visibles, como una mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos (inundaciones, olas de calor, precipitaciones excepcionales, largos periodos de sequía). Los compromisos internacionales actuales pretenden limitar el calentamiento global a entre 1,5 y 2 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales. Más allá de ese umbral, los científicos creen que el planeta se vería afectado por una serie de efectos irreversibles como el deshielo de los casquetes polares, la acidificación de los mares y los cambios en las corrientes oceánicas, daños irreversibles en los arrecifes de coral y reducción de las poblaciones de peces, reducción o desaparición de muchos glaciares y expansión de las zonas desérticas. Muchos serían los impactos sobre las condiciones de vida de los seres humanos, incluidas las crisis alimentarias debidas a la reducción de las cosechas de trigo, arroz y maíz, y el aumento de la propagación de enfermedades infecciosas, que se transmiten más fácilmente en climas cálidos. Sectores con mayor huella de carbono Inevitablemente, en un escenario mundial que sigue dependiendo en gran medida de los combustibles fósiles y en el que la transición energética está en marcha pero todavía en pañales, la mayor parte de las emisiones mundiales proceden del sector energético. Según datos de la Agencia Internacional de Energía, la producción de energía emitirá algo menos de 15 gigatoneladas de CO2 en 2022, seguida del sector industrial en su conjunto (9 gigatoneladas), el transporte (8) y el sector de la construcción (5). Sin embargo, estas cifras agregadas ocultan grandes diferencias. En el sector energético, por ejemplo, el crecimiento de las energías renovables ha evitado casi 600 megatoneladas de emisiones de CO2 en 2021-2022, y las proyecciones futuras hablan de una huella de carbono en constante disminución. Lo mismo puede decirse del transporte, gracias a la difusión de los vehículos eléctricos y a la mayor eficiencia de los propios automóviles con motor de combustión interna. En la industria, el núcleo duro de la huella de carbono lo constituyen los llamados sectores «difíciles de reducir», como la siderurgia, la petroquímica o la producción de cemento. Solo ellos son responsables del 30 % de las emisiones mundiales y, por su naturaleza, consumen mucha energía, lo que no es fácil de conseguir con fuentes renovables. Para la industria siderúrgica, por ejemplo, la mejor opción para reducir la huella de carbono podría ser el llamado hidrógeno verde, que se produce separando el hidrógeno y el oxígeno del agua utilizando electricidad procedente de fuentes renovables. Un proceso que en contextos industriales ofrecería una importante ventaja sobre los combustibles fósiles. Iniciativas globales para reducir la huella de carbono de la humanidad El Acuerdo de París, firmado por las Naciones Unidas el 12 de diciembre de 2015, es la referencia fundamental para todas las políticas mundiales de reducción de emisiones. Propone, en particular, mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de 2 °C respecto a los niveles preindustriales, haciendo todo lo posible para limitarlo a 1,5 °C; aumentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático y promover la resiliencia climática; y garantizar la financiación necesaria para un desarrollo bajo en emisiones y respetuoso con el clima. Es del Acuerdo de París de donde se derivan las políticas a escala continental o nacional: como el Pacto Verde Europeo, que pretende lograr la neutralidad climática en Europa para 2050 (es decir, un balance cero entre el CO2 emitido y absorbido); o el reciente plan Build Back Better en Estados Unidos, que fija objetivos ambiciosos para la producción de energías renovables, la eficiencia energética en los edificios y la electrificación del parque automovilístico. PREGUNTAS FRECUENTES ¿Cuál es el objetivo de calcular la huella de carbono? Sirve para saber en qué medida un Estado, una empresa, un producto o una persona contribuyen al calentamiento global. De este modo, se puede controlar el cumplimiento de los compromisos internacionales de lucha contra el cambio climático y hacer proyecciones más precisas sobre las tendencias futuras del calentamiento global. ¿Cuáles son las consecuencias de una elevada huella de carbono? Los gases de efecto invernadero liberados a la atmósfera contribuyen al efecto invernadero, que atrapa el calor solar en la atmósfera, provocando un aumento de la temperatura media de la superficie terrestre y del mar. Esto, a su vez, provoca fenómenos meteorológicos extremos y pone en peligro la salud de los ecosistemas. ¿Cuál es la huella de carbono de lo digital? Es una medida de la cantidad de emisiones causadas por las actividades en red y, más en general, por las aplicaciones digitales. En particular, los centros de datos utilizados para prestar servicios en la nube (desde el correo electrónico a la computación en nube, pasando por las redes sociales) tienen un elevado consumo de electricidad y, por tanto, una elevada huella de carbono, si la energía utilizada para alimentarlos no procede de fuentes renovables. ¿Qué son la huella hídrica y la huella ecológica? La huella hídrica es una medida de la cantidad de agua dulce consumida a lo largo de un año por una empresa, comunidad o individuo, o utilizada durante el ciclo de producción de un bien o servicio. Por su parte, la huella ecológica es un indicador que mide el alcance del impacto humano sobre el entorno natural en términos de recursos naturales consumidos y residuos producidos, comparándolo con la capacidad del planeta para regenerar estos recursos.